boom latinoamericano

Luis Felipe Barreto Araujo 

gabriel García Márquez 

Objetivos del día 

  • Aprender las características y usos del monólogo.
  • Conocer de manera panorámica la vida y obra de Gabriel García Márquez
  • Estudiar literariamente fragmentos de "Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo"

Reto del día

¿El vallenato es literatura?

¿Qué se cuenta en esta historia?

El monólogo

EL monólogo

El monólogo se define como el discurso de una persona, donde el personaje que habla no se dirige directamente al interlocutor con el propósito de obtener una respuesta, distinguiéndose así del diálogo por la ausencia de intercambio verbal y por la importante extensión del parlamento, separable del contexto dialógico.

Monólogo de hamlet

Hamlet:   ¡Ser, o no ser, es la cuestión!—¿Qué debe más dignamente optar el alma noble entre sufrir de la fortuna impía el porfiador rigor, o rebelarse contra un mar de desdichas, y afrontándolo

 desaparecer con ellas? Morir, dormir, no despertar más nunca, poder decir todo acabó; en un sueño sepultar para siempre los dolores del corazón, los mil y mil quebrantos que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara concluir así! Morir... quedar dormidos... Dormir... tal vez soñar!—¡Ay! allí hay algo que detiene al mejor. Cuando del mundo no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños vendrán en ese sueño de la muerte! Eso es, eso es lo que hace el infortunio planta de larga vida. ¿Quién querría sufrir del tiempo el implacable azote, del fuerte la injusticia, del soberbio el áspero desdén, las amarguras del amor despreciado, las demoras de la ley, del empleado la insolencia, la hostilidad que los mezquinos juran al mérito pacífico, pudiendo de tanto mal librarse él mismo, alzando una punta de acero? ¿quién querría seguir cargando en la cansada vida su fardo abrumador?... Pero hay espanto ¡allá del otro lado de la tumba!

Caracteríticas

  • Los cambios de dirección semántica (propios del diálogo) se limitan a un mínimo que asegure la unidad de lo enunciado.
  • Suele ser percibido como poco verosímil, por lo que en determinados tipos de textos se reducen a algunos usos indispensables.
  • A veces suele considerarse estático para una parte de la audiencia, por ello hay que cuidar mucho su puesta en escena.
  • El monólogo también revela rasgos dialógicos (por ejemplo cuando el personaje evalúa su situación dirigiéndose a un interlocutor imaginario).

tipos 

  • Técnico
  • Lírico
  • De reflexión o de decisión
  • Interior

El soliloquio

El soliloquio es el discurso que una persona mantiene consigo misma. Gracias a él, el personaje puede exteriorizar, mediante una convención teatral, lo que de otro modo se mantendría en el desconocimiento del espectador. Se puede dar en momentos de búsqueda de sí mismo, y releva al espectador el alma o el subconsciente del personaje de manera mucho más clara que el monólogo interior.

  • Nació en Aracataca, Magdalena el 6 de marzo de 1927
  • Fue escritor y periodista 
  • Ganador del Premio Novel de literatura en 1982
  • Es uno de los grandes pilares del Boom 

Gran lector y gran escucha 

La narrativa de García Márquez tuvo diversas influencias. Autores tales como William Faulkner, Ernest Hemingway, Virginia Woolf, James Joyce o Frank Kafka. De otra parte, las historias cotidianas de sus abuelos y su cosmovisión latinoamericana permitieron que surgiera un genio literario.    

Universos narrativos

Macondo 

Pueblo pequeño, infierno grande

Monólogo de isabel viendo llover en macondo

Gabriel García Márquez

1955

Características

  • La maravilla de lo cotidiano
  • Lo absurdo 
  • La soledad 
  • El tiempo 
  • La lucidez vs la locura 

El invierno se precipitó un domingo a la salida de misa. La noche del sábado había sido sofocante. Pero aún en la mañana del domingo no se pensaba que pudiera llover.

[...]

 

“Cuando llueve en mayo es señal de que habrá buenas aguas”. Sonriente, atravesada por el hilo luminoso de la nueva estación, mi madrastra le dijo: “Eso lo oíste en el sermón”. Y mi padre sonrió. Y almorzó con buen apetito y hasta tuvo una entretenida digestión junto al pasamano, silencioso, con los ojos cerrados pero sin dormir, como para creer que soñaba despierto.

Y Martín estaba allí, a mi lado, diciendo que le aburría la lluvia. “Aburridora no —dije—. Lo que me parece demasiado triste es el jardín vacío y esos pobres árboles que no pueden quitarse del patio”. Entonces me volví a mirarlo, y ya Martín no estaba allí. Era apenas una voz que me decía: “Por lo visto no piensa escampar nunca”, y cuando miré hacia la voz sólo encontré la silla vacía.

[...]

 

Al atardecer del martes el agua apretaba y dolía como una mortaja en el corazón. El fresco de la primera mañana empezó a convertirse en una humedad caliente y pastosa. La temperatura no era fría ni caliente; era una temperatura de escalofrío.

Ese día perdimos el orden de las comidas. Mi madrastra sirvió a la hora de la siesta un plato de sopa simple y un pedazo de pan rancio. Pero en realidad no comíamos desde el atardecer del lunes y creo que desde entonces dejamos de pensar. Estábamos paralizados, narcotizados por la lluvia, entregados al derrumbamiento de la naturaleza en una actitud pacífica y resignada. Sólo la vaca se movió en la tarde. De pronto, un profundo rumor sacudió sus entrañas y las pezuñas se hundieron en el barro con mayor fuerza. Luego permaneció inmóvil durante media hora, como si ya estuviera muerta, pero no pudiera caer porque se lo impedía la costumbre de estar viva, el hábito de estar en una misma posición bajo la lluvia, hasta cuando la costumbre fue más débil que el cuerpo. Entonces dobló las patas delanteras (levantadas todavía en un último esfuerzo agónico las ancas brillantes y oscuras), hundió el babeante hocico en el lodazal y se rindió por fin al peso de su propia materia en una silenciosa, gradual y digna ceremonia de total derrumbamiento. “Hasta ahí llegó”, dijo alguien a mis espaldas. Y yo me volví a mirar y vi en el umbral a la pordiosera de los martes que venía a través de la tormenta a pedir la ramita de toronjil.

Entonces fue cuando empezaron a llegar noticias de la calle. Nadie las traía a la casa. Simplemente llegaban, precisas, individualizadas, como conducidas por el barro líquido que corría por las calles y arrastraba objetos domésticos, cosas y cosas, destrozos de una remota catástrofe, escombros y animales muertos.

[...]

 “El tren no puede pasar el puente desde el lunes. Parece que el río se llevó los rieles”. Y se supo que una mujer enferma había desaparecido de su lecho y había sido encontrada esa tarde flotando en el patio.

No sé cuánto tiempo estuve hundida en aquel sonambulismo en que los sentidos perdieron su valor. Sólo sé que después de muchas horas incontables oí una voz en la pieza vecina. Una voz que decía: “Ahora puedes rodar la cama para ese lado”. Era una voz fatigada, pero no voz de enfermo, sino de convaleciente. Después oí el ruido de los ladrillos en el agua. Permanecí rígida antes de darme cuenta de que me encontraba en posición horizontal. Entonces sentí el vacío inmenso. Sentí el trepidante y violento silencio de la casa, la inmovilidad increíble que afectaba todas las cosas. Y súbitamente sentí el corazón convertido en una piedra helada. “Estoy muerta —pensé—. Dios. Estoy muerta”. Di un salto en la cama. Grité: “¡Ada, Ada!”. La voz desabrida de Martín me respondió desde del otro lado: “No pueden oírte porque ya están afuera”. Sólo entonces me di cuenta de que había escampado y de que en torno a nosotros se extendía un silencio, una tranquilidad, una beatitud misteriosa y profunda, un estado perfecto que debía ser muy parecido a la muerte. Después se oyeron pisadas en el corredor. Se oyó una voz clara y completamente viva. Luego un vientecito fresco sacudió la hoja de la puerta, hizo crujir la cerradura, y un cuerpo sólido y momentáneo, como una fruta madura, cayó profundamente en la alberca del patio. Algo en el aire denunciaba la presencia de una persona invisible que sonreía en la oscuridad. “Dios mío —pensé entonces, confundida por el trastorno del tiempo—. Ahora no me sorprendería de que me llamaran para asistir a la misa del domingo pasado”.

Universo macondiano 

La hojarasca

1955

Los funerales de la mama grande

1962

Cien años de soledad

1982

Cierre

Centro Gabo

 

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Reto de la clase

Escribir un monólogo sobre Bogotá o de tu ciudad de origen. Mínimo 100 palabras. 

Referencias 

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