Creo que hoy por la mañana he descubierto una nueva parte púdica, un motivo de vergüenza, que no se dio en el pasado. De momento, para mí, lo llamo vergüenza prometeica; con ello me refiero a la vergüenza ante las cosas producidas [por nosotros], cuya alta calidad "avergüenza".
Con T. [¿Adorno?] decidí hacer una visita guiada a una exposición técnica que se ha inaugurado aquí. T. se comportó de manera extraña; tanto que, al final, en vez de observar los aparatos sólo lo miraba a él. En cuanto empezó a funcionar una de las piezas más complicadas, bajó los ojos y enmudeció. Aún más sorprendente fue que ocultara sus manos detrás de su espalda, como si se avergonzara de haber llevado estos "aparatos" suyos, pesados, burdos y obsoletos, a esa alta sociedad de aparatos, que funcionan con tanto esmero y finura.
Pero este "como si se avergonzara" es demasiado tímido. [...] Le parecía realmente insoportable tener que estar, con su torpeza corporal y su inexactitud como criatura, ante los ojos de los aparatos perfectos; se avergonzaba de verdad.