En cierta ocasión Protágoras aceptó como alumno a un tal Evatlo, un estudiante pobre, con la condición de que le pagaría la mitad del dinero a la entrada y la otra mitad cuando acabase sus estudios y ganara su primer pleito como jurista. Pero al terminar sus estudios Evatlo no aceptaba ningún trabajo que tuviera que ver con la judicatura. Así conseguía burlar lo pactado con Protágoras: había recibido sus clases y no se veía en la obligación de pagarlas. Entonces Protágoras demandó a Evatlo, que intentó desarmarlo con la siguiente argumentación:
-Si ganas el pleito, yo seguiré sin haber ganado un caso y, por tanto, basándome en los términos de nuestro acuerdo, no tendré que pagarte; pero si el pleito lo gano yo, entonces, por mandato judicial, tampoco tendré que pagarte.
A lo que Protágoras replicó:
-Nada de eso. Si yo gano el pleito, tendrás que pagarme por mandato judicial; pero si el litigio lo ganas tú, ya habrás ganado tu primer caso y entonces, apelando a los términos de nuestro acuerdo, tendrás igualmente que pagarme.
Tomado de: González Calero, Pedro, Filosofía para Bufones, Ariel, Barcelona, 2007. [La anécdota es de Diógenes Laercio, Vida de los filósofos ilustres, IX, 56]